lunes, 13 de diciembre de 2010

Defectos en la moral de Cristo


Fuente: Bertrand Russell
Premio Nobel de Literatura en 1950.

Extracto de su libro “Por qué no soy Cristiano” pag 34, el problema de la moral de Cristo
Para mí, hay un defecto muy serio en el carácter moral de Cristo,
Defecto 1:
creía en el infierno

y es que creía en el infierno. Yo no creo que ninguna persona profundamente
humana pueda creer en un castigo eterno. Cristo, tal como lo pintan los Evangelios,
sí creía en el castigo eterno

Defecto 2:
tenía furia vengativa contra quienes no escuchaban sus sermones
Se hallará en el Evangelio que Cristo dijo: «¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo será
posible que evitéis el ser condenados al fuego del infierno?» Se lo decía a la gente que no
escuchaba sus sermones. A mi entender este no es realmente el mejor tono, y hay muchas
cosas como éstas acerca del infierno. Y uno halla repetidamente una furia vengativa contra los que no escuchaban sus sermones, actitud común en los predicadores y que dista mucho de la excelencia superlativa. No se halla, por ejemplo, esa actitud en Sócrates. Es amable con la gente que no le escucha; y eso es, a mi entender, más digno de un sabio que la indignación.
Probablemente todos recuerdan las cosas que dijo Sócrates al morir y lo que decía generalmente a la gente que no estaba de acuerdo con él.

Defecto 3:
Infundía miedo y terror

Hay, claro está, el conocido texto acerca del pecado
contra el Espíritu Santo: «Pero quien hablase contra el Espíritu Santo, despreciando su gracia,
no se le perdonará ni en esta vida ni en la otra». Ese texto ha causado una indecible
cantidad de miseria en el mundo, pues las más diversas personas han imaginado que han
cometido pecados contra el Espíritu Santo y pensado que no serían perdonadas en este
mundo ni en el otro. No creo que ninguna persona un poco misericordiosa ponga en el
mundo miedos y terrores de esta clase.
Defecto 4
Contribuyó a crear una doctrina de crueldad

Luego, Cristo dice: «Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y quitarán de su reino a
todos los escandalosos y a cuantos obran la maldad; y los arrojarán en el horno del fuego:
allí será el llanto y el crujir de dientes.» Y continúa extendiéndose con los gemidos y el rechinar
de dientes. Esto se repite en un versículo tras otro, y el lector se da cuenta de que hay
un cierto placer en la contemplación de los gemidos y el rechinar de dientes’, pues de lo
contrario no se repetiría con tanta frecuencia,
Luego, todos ustedes recuerdan, claro está, lo
de las ovejas y los cabritos; cómo, en la segunda venida, para separar a las ovejas y a los
cabritos dirá a éstos: «Apartaos de mi, malditos: id al fuego eterno.» Y continúa: «Y éstos
irán al fuego eterno.» Luego, dice de nuevo: «Y si es tu mano derecha la que te sirve de escándalo
o te incita a pecar, córtala y tírala lejos de ti; pues mejor te está que perezca uno de
tus miembros, que no el que va ya todo tu cuerpo al infierno, al fuego que no se extingue
jamás.» Esto lo repite una y otra vez. Debo declarar que toda esta doctrina, que el fuego del
infierno es un castigo del pecado, es una doctrina de crueldad. Es una doctrina que llevó la
crueldad al mundo y dio al mundo generaciones de cruel tortura; y el Cristo de los Evangelios,
si se le acepta tal como le representan sus cronistas, tiene que ser considerado en parte
responsable de eso.
Defecto 5
Algunos de sus actos no tienen ninguna sabiduría, sino lo contrario

Está el ejemplo de los puercos de Gadar, donde
ciertamente no fue muy compasivo para los puercos el meter diablos en sus cuerpos y precipitarlos
colina abajo hasta el mar. Hay que recordar que SI era omnipotente, y simplemente
pudo hacer que los demonios se fueran; pero eligió meterlos en los cuerpos de los
cerdos.
Luego está la curiosa historia de la higuera, que siempre me ha intrigado. Recuerdan
lo que ocurrió con la higuera. «Tuvo hambre. Y como viese a lo lejos una higuera con
hojas, encaminose allá por ver si encontraba en ella alguna cosa: y llegando, nada encontró
sino follaje; porque no era aún tiempo de higos; y hablando a la higuera le dijo: “Nunca jamás
coma ya nadie fruto de ti”… y Pedro… le dijo: “Maestro, mira cómo la higuera que
maldijiste se ha secado.”» Esta es una historia muy curiosa, porque aquella no era la época
de los higos, y en realidad, no se puede culpar al árbol.
Yo no puedo pensar que, ni en virtud
ni en sabiduría, Cristo esté tan alto como otros personajes históricos. En estas cosas,
pongo por encima de Él a Buda y a Sócrates.



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